NOTA DEL EDITOR: El siguiente texto es obtenido de una carta trimestral de los fondos de Bestinver.

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Ser inversores en Valor es llevar la contraria al sabio refranero español. Se trata de comprar duros a pesetas. Comprar compañías fabulosas cuando cotizan como si solo fuesen buenas. Cuantas más, mejor. Y comprar buenas empresas cuando sus precios descuentan que no son más que dignas. De éstas, bastantes también. Incluso uno se puede hacer con alguna compañía que se gana la vida dignamente cuando sus precios descuentan que no lo va a hacer nunca. Claro, ¿por qué no? En cuanto a las últimas de la fila, aquellas que no se pueden considerar negocios sino meramente actividades, no estamos interesados en ellas. Comprar este tipo de compañías no es invertir, es especular. Un deporte que no practicamos en Bestinver.

Contado así, parece sencillo. Pero no lo es. Y no lo es porque el verdadero desafío de nuestro trabajo es juzgar la calidad de las empresas para poder comprarlas con descuentos sobre el Valor real de sus negocios. Volviendo al refranero español, se trata de conocer bien los duros para saber cuántas pesetas queremos pagar por ellos.

Primero: identificar las virtudes esenciales de su negocio

Lo primero que hacemos al empezar a estudiar una compañía, es tratar de identificar las virtudes esenciales de su negocio. ¿Cómo lo hacemos? El primer paso suele ser a través de los números. No cualquier número, principalmente aquellos que mejor representan la verdadera rentabilidad de sus operaciones.

No es el momento de describir pormenorizadamente las métricas que utilizamos (cada negocio requiere las suyas), pero sí es importante comentar que los números hay que hacerlos bien. Deben ser purgados y limpiados de ruido. Se trata de determinar cuánto puede generar un negocio en circunstancias normales, es decir, teniendo en cuenta su grado de madurez y su desempeño a lo largo de un ciclo económico completo.

Para ello estudiaremos si la compañía está invirtiendo menos de lo que debe y, por tanto, hipotecando su potencial de generar beneficios a futuro y lo contrario, si está en una fase intensa de inversiones que todavía no están generando ningún resultado. Del mismo modo, calcularemos qué caja puede generar -o no generar- en una recesión y lo que es capaz de producir en una fase de crecimiento intenso. Estudiaremos también la naturaleza de sus activos. Si son fruto de sus inversiones o los ha adquirido. Necesitaremos saber cómo están contabilizados. Determinar su grado de madurez y estudiar la estructura de capital que los financia.

Multitud de pequeños (grandes) ajustes necesarios para obtener un reflejo fiel de la rentabilidad efectiva del negocio que estamos analizando.

Esta parte seguramente sea la más sencilla. La más matemática, podríamos decir. A partir de aquí la cosa empieza a ser menos cuantitativa y mucho más cualitativa. Porque de nada sirve tener una “foto” de la rentabilidad de una empresa. Lo importante es el “video” de dicha rentabilidad.

El verdadero trabajo del Equipo de Inversión será, por tanto, juzgar la naturaleza de esos retornos. Cómo de vulnerables son, su longevidad, si pueden crecer en el futuro, su ciclicidad y un largo etcétera de aspectos que nos permitan conocer la rentabilidad normalizada y a largo plazo del negocio que vamos a valorar.

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