NOTA DEL EDITOR: El siguiente texto escrito por Javier Ruiz, CFA, es un extracto de una carta trimestral de Horos Asset Management.

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Arbitramos horizontes temporales. Nuestro horizonte temporal es de largo plazo, mientras que el de otros inversores es de corto plazo. Cuando el resto entre en pánico, nosotros no debemos hacerlo.
— Chuck Royce

Sin duda, uno de los gestores que más ha llevado al extremo esta práctica de arbitrar horizontes intertemporales a la hora de invertir es Mark Spitznagel. Para los (muchos) que no le conozcan, Spitznagel fue compañero de Nassim Taleb en Empirica Capital, un hedge fund fundado en 1999 con el objetivo de beneficiarse de eventos de cola incorrectamente valorados por el mercado. Efectivamente, estamos hablando de los cisnes negros que luego explicaría y expandiría Taleb en sus populares libros. Dos años después del cierre de Empirica en 2005, en parte porque Taleb quería dedicarse a su labor de “erudito y escritor”, Spitznagel fundaría Universa Investments siguiendo esta misma estrategia de inversión. Grosso modo, el hedge fund adquiere coberturas (mediante opciones put) que le benefician, enormemente, si el mercado sufre caídas severas. ¿El peaje? Las correcciones de ese calibre, aunque siempre llegan, se producen con poca frecuencia, por lo que el fondo se anota pérdidas continuas por el precio de la cobertura, hasta que se materializa el día “D” que Spitznagel espera con gran paciencia escuchando música clásica (para los más curiosos, se rumorea que el fondo de Spitznagel consiguió rentabilidades superiores al 1.000% durante las fuertes caídas sufridas por la bolsa en febrero de 2020).

La clave es encontrar posiciones donde puedes perder 1 pero ganar 100. No nos importa el timing, tenemos paciencia. Lo que no queremos es perdernos esas oportunidades excepcionales.

Esta aproximación a la inversión está explicada, al menos filosóficamente, en su recomendable libro The Dao of Capital, una obra en la que el inversor americano nos habla de lo que él denomina inversión austríaca y por qué en ella se englobaría la escuela de inversión value.1 Sin entrar en analizar este aspecto, me gustaría destacar dos ideas esenciales del libro que nos ayudarán a entender por qué el arbitraje intertemporal resulta tan atractivo a la hora de invertir.

La primera de ellas sería el concepto roundabout o camino indirecto. Según esta idea, es mucho más rentable seguir una estrategia de inversión que nos ocasione pérdidas en el corto plazo, a cambio de maximizar nuestra rentabilidad potencial de largo plazo.

En vez de buscar el camino directo hacia la ganancia inmediata, buscaremos el camino difícil e indirecto de pérdida inmediata, como paso intermedio que nos dará una ventaja para conseguir una mayor ganancia potencial.2

Ya hemos perdido la cuenta de las veces en las que, al poco tiempo de iniciar una nueva posición para nuestros fondos, la cotización de una compañía comienza a corregir, arrojándonos pérdidas durante varios meses o, en el peor de los escenarios, incluso años. Sin embargo, no es algo que nos preocupe, siempre que la corrección se esté produciendo por los motivos equivocados (por ejemplo, sentimiento de mercado) y no por un deterioro en nuestra tesis de inversión. Esta pérdida inicial, que no siempre se produce, es inevitable y escapa a nuestro control. Tratar de minimizarla mediante estrategias que busquen optimizar el momento de entrada en una acción, en nuestra humilde opinión, solo suele funcionar sobre el papel o a toro pasado, y son más bien una receta para el fracaso en nuestro objetivo de conseguir rentabilidades satisfactorias y sostenibles en el largo plazo.

No obstante, pese a que la evidencia está de nuestra parte, pocos inversores están dispuestos a hacer este (doloroso) ejercicio de paciencia o de arbitraje intertemporal. ¿El motivo? Nuestra naturaleza humana nos lleva a adolecer de lo que se conoce como inconsistencia temporal a la hora de tomar decisiones. Básicamente, aunque todos sabemos que un poco de esfuerzo hoy puede arrojar grandes beneficios con el paso del tiempo, nuestro yo futuro (imaginado) siempre cumple mejor el patrón de comportamiento más deseable. ¿Quién no ha entrado nunca en ese bucle infinito de “mañana empiezo a correr”? Obviamente, lo mismo nos sucede a la hora de tomar decisiones de inversión y de adoptar esa visión de largo plazo. Como me gusta recordarme de vez en cuando: todos somos inversores value, hasta que empiezan las caídas. Por eso es tan relevante contar con un proceso objetivo y sólido que nos aleje de la gratificación temporal que podríamos obtener al vender aquellas inversiones que han empezado con mal pie y que, adicionalmente, nos ayude a mantenernos fieles a una estrategia de inversión que nos permita aprovecharnos de esas oportunidades de arbitraje intertemporal que el mercado nos brinda constantemente.

Pero ¿cómo podemos medir esas oportunidades de arbitraje intertemporal? En efecto, como muchos habrán adivinado ya, a través del potencial que arrojan los valores que tenemos en nuestras carteras. A mayor potencial de revalorización, mayor oportunidad de arbitraje y, por tanto, mayor recompensa por ser pacientes con nuestras inversiones.

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