NOTA DEL EDITOR: El siguiente texto escrito por Javier Ruiz, CFA, es un extracto de una carta trimestral de Horos Asset Management.

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Las cuatro palabras más peligrosas de la inversión: “esta vez es diferente”

Sir John Templeton

 

Si ha seguido nuestras publicaciones trimestrales, recordará que en Horos tratamos de huir de etiquetas o categorías de inversión, ya que nuestra forma de invertir incluye compañías que podrían ser catalogadas como value (valor), growth (crecimiento) o, incluso, una mezcla de ambos estilos. Esto es así porque nuestro objetivo como inversores (y nuestra forma de entender la inversión value) es siempre encontrar empresas cuya valoración sea, a nuestro entender, muy superior a lo que el mercado está descontando, independientemente de su perfil de crecimiento o de su valor de liquidación. En la actualidad, sin embargo, se está hablando mucho sobre la mala evolución de la inversión de estilo value, en comparación con la inversión growth. Sin entrar en valorar estas etiquetas, sí que es cierto que hemos vivido estos últimos meses un mejor comportamiento relativo de las compañías de mayor tamaño y liquidez (como grandes empresas globales de consumo), en comparación con entidades pertenecientes a sectores cíclicos o de menor tamaño y liquidez. ¿El motivo? Aunque intentar extraer relaciones de causalidad a partir de correlaciones no suele ser lo más recomendable en los mercados financieros, a nuestro entender dos poderosas razones pueden estar empujando este comportamiento.

Por un lado, la renta fija hace tiempo que dejó de ser una inversión con suficiente atractivo para inversores con perfiles más conservadores. Sirva de dato que el 25%1 de la deuda pública emitida por los estados de todo el mundo o, peor aún, que incluso la deuda de algunas compañías europeas que cuentan con rating de baja calidad (junk o “basura” en la jerga financiera), ofrecen rentabilidades negativas ciertas, salvo impago, para aquellos inversores que compren hoy su deuda y esperen hasta su vencimiento.2 Esta anomalía histórica se produce por el incremento de la oferta monetaria de los últimos años por parte de los bancos centrales de todo el mundo, que aumenta la demanda agregada de activos financieros y fuerza al grueso de inversores “obligados” (como entidades aseguradoras o grandes fondos de pensiones) a invertir en renta fija a cualquier precio, aunque eso implique, inexorablemente, perder dinero. Ante este represivo panorama, muchos inversores se ven forzados a invertir en acciones de compañías con flujos predecibles y que puedan actuar como sustitutos (imperfectos) de los bonos. Por otro lado, los temores a una desaceleración económica derivada de la incertidumbre política de los últimos tiempos (véase guerras arancelarias, potencial enfriamiento en China, tensiones con Irán o el interminable brexit), han provocado la huida hacia la calidad de los inversores, abandonando las compañías más cíclicas (menor certeza de flujos) y de menor tamaño y liquidez. Por lo tanto, en entornos de nerviosismo como el actual, la certidumbre y la liquidez se vuelven cualidades muy codiciadas por muchos inversores.

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